Capítulo 4.4. Jero Sánchez Rus (El almacén de los recuerdos)
“Hola, soy mujer y os voy a contar mi paso por el baloncesto pinteño. Mirad, nos juntamos unas ocho o nueve amigas del colegio Sagrada Familia y creamos un equipo de baloncesto para jugar contra otras chicas del colegio de las Teatinas y más adelante con chicas otros pueblos cercanos a Pinto. La verdad es que nos lo pasábamos muy bien. Me he divertido un montón, y me gustaba cada día más eso del baloncesto, así que propuse a mis amigas que entrasen en el equipo otras chicas que quisieran jugar y que nos ayuden a mejorar como equipo. El profesor de gimnasia de las Teatina, Josete fue nuestro primer entrenador.
¡Uff! Ya han pasado unos cuantos años, algunas trabajábamos, pero nos seguía gustando el juego del baloncesto. Por cierto, cambiamos de entrenador, se llama Felipe de la Rica. Viajando para jugar los partidos tuvimos la suerte de conocer pueblos preciosos de la geografía madrileña, nos quedábamos asombradas viendo las canchas de baloncesto de esos lugares a los que acudía numeroso público a ver a las forasteras de Pinto jugando contra las chicas de su pueblo. Todo el vecindario se sentaba en las gradas de esas aparentes canchas que disponía de vestuarios, canastas de última generación y campos de juego con las líneas perfectamente pintadas. ¡Igualito que en el campo de la iglesia de Pinto! que nos vestíamos en una habitación de la parroquia, sin aseos ni vestuarios y canastas al que quitábamos el aro después de los partidos para que no se rompieran. Y aún teníamos que dar gracias a Dios por jugar en Pinto (jugamos en casa celestial, eso sí. ¡Es broma!). Después de los partidos que jugábamos en Pinto, íbamos a la bodega La Alegría, del señor Emiliano, a tomarnos algo y comentar el partido.
El precio por hacer deporte
Es verdad que cada día me costaba más escuchar a mi padre cuando se enfadaba porque no le entraba en la cabeza que estuviera todo el rato con un balón entre las manos -¡pero hija, si ya trabajas, deja el balón, que eso es de chicos!, ¿qué necesidad tienes?- Y mi madre que asentía lo que decía mi padre.
Si supiera cuántas lágrimas me costaba que mi propio padre no entendiese mi afición por el deporte, por el baloncesto, por corretear con mis amigas, por viajar y conocer sitios cuando nos desplazamos para jugar, por pasármelo bien, simplemente.
Si supiera que viajábamos en autobús hasta otros pueblos y que encima pagábamos cincuenta pesetas, que ahorraba de la paga semanal. Una buena bronca me hubiera caído, seguro.
Si supiera que han intentado humillarnos muchas veces, tanto hombres como mujeres. Pero notábamos el calor y el apoyo de aquellas otras compañeras de afición a las que nos enfrentábamos en la canchas, porque ellas sentían lo mismo que nosotras cuando se vestían de corto para jugar. Esas miradas, esas palabrotas, esa falsa sonrisa. Daba igual, porque nadie nos humilló, sencillamente porque éramos más fuertes, más nobles, más humildes…
Las chicas del baloncesto pinteño ¡qué grandes!
Hay muchas más chicas que jugaron en el equipo, que me perdonen porque no me acuerde de todas, pero les pongo nombre a aquellas intrépidas deportistas: Gracias, chicas, se os quiere: Jero Rus, (Momi), Loli Maqueda, Luisi, Ana Pérez, (SAFA) Monte Pacheco, Inmaculada Villanueva, Marina, María de los Ángeles Larios, (RR Teatinas), Altamira (Isabel la Católica), Dolores Landáburu y Josefina, vivían en Madrid capital.
Han pasado cincuenta años desde que comencé a practicar baloncesto, ahora soy mamá de dos hijos, uno de ellos con una afición extraordinaria por el deporte, el balonmano, en este caso. Da igual, yo, satisfecha de que haya encontrado una pasión por partida doble, su pareja es entrenadora del equipo de balonmano local. Mi hija es todo lo contrario a su hermano, el deporte no le hizo tilín nunca, la apunté a todo, pero no le gustaba nada y ya está. Sin problemas”.