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Capítulo 7.1. Hacer las Américas, por Lucía Lozano (Personajes ilustres del deporte pinteño), (El almacén de los recuerdos)

Una familia aficionada al tenis

¡Qué curiosa es la vida! En el año 2020, ya llevaba un tiempo dándole vueltas al regreso a mi hogar, después de haber disfrutado de la experiencia norteamericana. Lo que no podía imaginar es que precisamente en marzo de ese año, jugaría mi último partido como parte del equipo de la universidad. Dos semanas después, la universidad donde había cursado estudios, y practicado tenis, al estar becada; tuvo que cerrar y yo, reservaba los vuelos que me llevarían de vuelta a España. Pero, mejor hagamos flashback, y así entenderéis porqué os cuento todo esto.

Torneo de pinto donde los pinteños habíamos ganado en 2 categorías cada uno

Me llamo Lucía Lozano Seigford, tengo veinticinco años, nací en 1998, en Aravaca (Madrid), aunque siempre he vivido en Pinto. Mi padre se llama Valentin Lozano Real, y mi madre, Helen Seigford Ruiz, mi hermana es Amanda Lozano Seigford. Nos recuerdo viendo tenis frente al televisor o en las pistas viendo partidos y partidos de tenis, antes de aficionarme a practicarlo. Estaba cantado pues que, tarde o temprano, la raqueta sería un apéndice más de mi cuerpo. A los cuatro años mis padres me inscribieron para recibir clases de tenis en el colegio pinteño “Mirasur”. Sí, por si no te acuerdas, te lo recuerdo yo, el colegio Mirasur, tuvo pistas de tenis antes de cambiarlas por pistas de pádel.

Dado que no se me daba mal jugar al tenis, decidieron que fuese al club de tenis Villa de Pinto, para recibir una formación más técnica y así seguir elevando mi nivel de juego.

Esfuerzo, sacrificio, compromiso y resultados

Con diez años estaba compitiendo en la Comunidad de Madrid, jugando en bastantes torneos y competiciones. Los nervios del primer partido no se me olvidan, ¡Es que jugaba en Pinto, mi pueblo de adopción!, tuve la fortuna y la confianza, a pesar de ser primeriza, en la victoria, como así ocurrió. Me encantaba el tenis, ya empezaba a ser más competitiva. 

Recogepelotas Madrid Open

Entrenaba en las pistas de la Federación de Tenis de Madrid, aumentando el nivel deportivo y subiendo puestos en la clasificación del ranking. 

Fui una de las recogepelotas oficial del prestigioso torneo Madrid Open de Tenis, encuadrado dentro del Máster 1000. Allí vi jugar y tuve la suerte de conocer a los grandes jugadores, hombres y mujeres, que participaban en el torneo. ¡Qué recuerdo más lindo! 

En 3º y 4º de la Eso, tendría entre trece y catorce años, me reuní con mi familia y decidimos un cambio de instituto (el alumnado era especialmente para deportistas) que me permitiera entrenar en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid (CAR). El sacrificio personal y físico fue enorme. Las horas de clases comenzaban a las ocho de la mañana, a mediodía iba a entrenar y al regreso seguía estudiando y a las seis de la tarde, otra vez a entrenar. Fueron dos años intensos en el instituto y en el CAR. 

Tuve la suerte de familiarizarme y forjar amistades con los alumnos de golf, halterofilia, gimnasia rítmica, bádminton, etc. Me llena de alegría saber que muchos de estos hombres y mujeres con los que compartí espacios, vivencias y momentos, participaron en los últimos Juegos Olímpicos y están íntegramente dedicados al deporte.

La aventura americana, el sueño de una joven tenista

Con dieciséis años, se rumoreaba que podía ir a estudiar una carrera (becada como tenista) en una Universidad de Estados Unidos de América. Mi madre es norteamericana, por lo que le hacía especial ilusión que fuera a estudiar allí. Muchos de mis compañeros, jóvenes mujeres y hombres, habían probado fortuna en EE.UU. una experiencia que todos comentaban como muy positiva: Estudiar una carrera y practicar tenis de alto nivel. ¿Hay algo mejor, que eso?, lastimosamente en España resultaba imposible.

En esos dos años de bachillerato, a los dieciséis y diecisiete años, me esforcé al máximo, me mentalicé para conseguir el objetivo de ir a EE.UU.,  regresé al colegio Mirasur, seguía entrenando en las canchas de la federación madrileña, todas las tardes. Durante ese tiempo estuve entre las 125 mejores jugadoras de España, en el ranking absoluto, participando en los Campeonatos de España, individuales y por equipo.

El cumpleaños de mi mayoría de edad, en el mes de abril, los dieciocho años, mis sensaciones fueron un tanto extrañas, dado que pronto partiría junto a mi familia a Pensilvania (EE.UU.), dejando muchas amistades y familiares, para vivir otras experiencias.

Al llegar a EE.UU., en agosto de 2016, lo primero que hicimos fue acercarnos a la universidad donde cursaría mis estudios y tuve la ocasión de conocer a algunas de las compañeras que tendría durante mi estancia allí.

Compañeras de equipo de tenis durante varios años

De repente, esa sucesión de emotivos momentos que estamos acostumbrados a ver en películas norteamericanas, las viví en primera persona: Despedir a tus padres y hermana y quedarte sola en esa habitación que sería tu refugio y que quieres a toda costa convertir en tu hogar. Lo necesitas. 

La barrera del idioma, no la veía como una dificultad, mi nivel de inglés no era bajo, pero, ¡amiga! comunicarte en otro idioma con personas que tienen sus costumbres, sus relaciones sociales, su cultura, eso es otra cosa. Afortunadamente, lo superé con nota, como las de los colegios e institutos.

Vislumbres de ciudades norteamericanas y México y Puerto Rico

Si recuerdo algo de ese tiempo es que en Norteamérica todo está magnificado y es enorme, si lo comparamos con España. Los habitantes americanos se mueven en grandes vehículos, casi furgonetas, las carreteras tienen muchos carriles, generalmente las personas eran bastante altas y voluminosas. En las comidas las porciones de alimentos eran grandiosas. Todo me parecía enorme. Hoy, me causa una agradable sonrisa recordarlo. Lo que peor llevaba era los horarios de las comidas. El almuerzo era a las 10:30 horas de la mañana, y terminaba a las 13:00 horas. Y la cena iba entre las 16:30 horas y las 19:00 horas.

Compañeras de equipo de tenis durante varios años

Fue duro, sí. Un cambio respecto de dónde venía, pero lo sobrepuse con las fabulosas personas que me ayudaron a integrarme y que hacían que nos lo pasamos genial entre todas. Los componentes del equipo de tenis, ante cualquier dificultad, estaban ahí para ayudarte en lo que fuese necesario.

Cada cierto tiempo entraban nuevos alumnos del programa Erasmus. Procedían de todas partes del mundo. Eran amistades internacionales, lo que me ha servido para ir a visitarlas y hospedarme en sus casas. Además, era costumbre que las recién llegadas ofrecieran una fiesta gastronómica de cada país. Me pedían hacerles una paella, pero mis habilidades eran más de una exquisita tortilla española. 

Una de las ventajas de ser estudiante y formación en tenis es que tienes tiempo para viajar entre ciudades norteamericanas, estuve en California, Florida, Texas, Nueva York, Washington, varias veces. ¡Ah! y también en México y en Puerto Rico, entre otros preciosos lugares. 

Leer los partidos para ganar más a menudo

Pista central en Cincinnati

A nivel deportivo, era difícil mantener el ritmo de entrenamientos en pista y en el gimnasio, es mucho el sacrificio que hay que hacer para estar completamente en forma. En un mes, ya estaba participando en torneos amistosos frente a otras deportistas de universidades norteamericanas. No eran campeonatos oficiales, pero al entrenador le serviría para calibrar el nivel deportivo de cada una. Especialmente a mí, que era novata.

 No era solo jugar, era competir, equilibrar la presión para vencer y saber lidiar en cada punto y set. Lo hice bien, llegué a la final del torneo amistoso. Me dieron el premio a la mejor jugadora de la Conferencia de primer año.

Campeonas de dobles con mi compañera

De jueves a domingo, cuando nos tocaba jugar fuera de casa, viajamos a las ciudades donde competimos juntos, o sea que en determinados meses cada poco tiempo tocaba jugar siempre fuera. A mí me encantaba viajar, viajar y viajar.  

A medida que participábamos en otros torneos, sentía la presión que me origina el entrenador y la mía propia, pero ambas iban en la misma dirección: ser mejor tenista cada día. Durante dos años seguidos en los torneos universitarios, la presión que los entrenadores ejercían sobre ti era enorme. Aún así, resultaba satisfactorio. Subí potencialmente el nivel de juego, las victorias llegaron, se asumen las derrotas, pero te ponen más tareas deportivas, te exigen más esfuerzo mental.  

Dos años después de estar con el entrenador con el que me entendía perfectamente, le sustituyeron por una entrenadora. Era menos exigente deportivamente, bien en el trato personal, pero debo decir que no sentía la presión por competir y ganar y noté que el nivel deportivo no nos hacía subir puestos en el ranking. La veía, es una opinión muy personal, poco preocupada porque mejoraremos deportivamente. Me frustré, estaba acostumbrada a elevar el nivel de juego cada temporada y eso no sucedió con la nueva entrenadora. Insisto, buena gente, con fallas.

Retorno al hogar

Dando el discurso en mi último partido

En el último año de carrera en la universidad, necesitaba hacer las cosas a mi manera, perfeccionar el rendimiento académico y deportivo. Era consciente de que probablemente fuese el último año a un excelente nivel. Además, mi objetivo personal era comenzar a trabajar.

Eso fue en 2020, todos recordamos ese año, ¿verdad?, el comienzo de una pesadilla mundial, que felizmente hemos superado. El tenis y los años pasados en EE.UU. son una parte estupenda en mi vida. Por supuesto sigo practicando tenis, pero ya sin presión añadida. No lo hago para competir, sino para seguir disfrutando de una afición familiar y personal. Espero que les haya gustado conocerme. 

Nota del redactor: Lamentamos no haber podido verificar que, casi con toda probabilidad, Lucía Lozano, es la mejor jugadora pinteña, por clasificación de ranking, tanto en la categoría masculina como en la femenina.  

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